Grito de Libertad. [Privado.]

Se sentía impotente.

Encadenada y desafortunadamente, derrotada gracias a la traición de sus demás soldados.

Se sentía horrible, estúpida, vencida.

- Esto no va a quedarse así... -Le decía, mientras caminaba a su lado, encadenada.- Me las pagarás por haberme hecho esto...

Estaba muy herida, no tenía las fuerzas suficientes para seguir luchando. Pero su propia voluntad de incitaba a hacerlo. Se contuvo.

- Y No solo a ti, también a tu propio pueblo, asi ellos no tengan la culpa. Te arrepentirás.

Sonaba como una amenaza de una niña de 7 años, pero una cosa esa real; Se vengaría de aquél hombre que alguna vez fué su hermano.

Dio un suspiro mientras le veía caminar de un lado a otro, una sonrisa se dibujaba en sus labios.

- Mei... ¿En serio crees que podrás hacer lo que quieres, aru? - posó su mirada en las cadenas, luego en el furibundo rostro de la chica - ... Estas encadenada al piso, no tienes como contactar refuerzos... y el lugar está rodeado por un 15% de mi tropa. ¿Sabes cuanto es eso? - no le dejó ni contestar - Así es, muchas personas...

Soltó un extenso suspiro, agobiado. ¿Cuantos problemas más le iba a traer esa niña?

Sonrió cínicamente. Le atraía su tipo de planes.

Obviamente, los burlaría, igual que siempre.

- ¿Y Crees que estas tonterías podrán detenerme? .- Rió, incitando la locura.- Quizás seas viejo, sabiondo, más fuerte, y todo lo que te dé la maldita gana. Pero tú me has enseñado lo que sé. Y Como siempre, terminaré escapando dejándote sin nada.

Ya no tenía nada, más que su orgullo, y no dejaría que se fuera tan fácilmente.

- Acéptalo. ¡Te da miedo que cuando sea libre sea más fuerte que tú! -Rió nuevamente, estaba cayendo poco a poco en la locura. Se contenía, permanecía calmada.

- Mi punto es... -Se levantó de suelo, para acercarse tranquilamente hacia las rejas.- Que yo saldré de aquí. Y No podrás hacer nada para impedirlo. - En eso, dió una fuerte patada contra las rejas, haciendo que éstas temblaran. Se Sostuvo de las paredes para no caerse al estar parada con un sólo pie.

- ¡NADA, COMPRENDES?!.-

Se cruzó de brazos, cerrando los ojos, impaciente. ¿Dejaría de ser tan soñadora algún día? - … - mantuvo su silencio mientras escuchaba como su voz se alzaba cada vez más, mostrando una extraña demencia. Suspiró, cansado.

- Mei… - no pudo contestar a sus primeras palabras. Ella le interrumpió. Entreabrió sus ojos, viéndole impasible, mientras alzaba levemente una ceja.

- Mei… - reiteró al ver que se acercaba a las rejas, sorprendiéndose de su aparente temple, pero al momento de la patada se sonrió. A ese paso cedería con mucha facilidad. Escuchó su último grito y su extraña expresión. Tomó aire, exhaló, se relajó. Negó suavemente con su cabeza mientras le miraba hacia abajo desde el otro lado de las rejas.

- Mei… basta… no tienes idea de cuanta vergüenza me está dando al verte. – suspiró y llevó sus brazos a su cadera, mirándole como si le estuviera regañando – A tu hermano mayor no le gusta verte tan enojada… ¿Por qué no tratas de calmarte, aru? – alzó una ceja mientras sonreía un poco – Y no solo enojada… si no que también loca… ¿Crees poder mantenerte bien en guerra así? ¿Crees poder manejar una nación?... Mei… te falta mucho, aru. Demasiado para ser preciso. – recalcó su palabra acercándose más a la reja. Lo suficiente para verle bien, pero también para que la otra no pudiera alcanzarle si intentaba sacar las manos de la celda. Continuó hablando – Tu te apoyas a ti misma diciendo “Seré más fuerte que tú al salir”, “escaparé de este lugar lo quieras o no”… ¿Qué sacas con eso, aru? Solamente demuestras que tu fuerte es el escape y no la pelea que es lo necesario en esta guerra. Además – se encogió de hombros viéndose relajado. Suponía que de seguro la otra se enojaría al verle así, pero no le quedaba otra que hostigarla. Después de todo… la agresión psicológica era uno de sus fuertes si no podía hacer daño físico. - ¿Cómo serás más fuerte que yo al salir… si solo te concentras en huir? Tus aliados son los míos y no puedes incluir a nadie en nuestra pelea “familiar”… eso es cobardía. Afronta sola tus problemas de una vez. – concluyó. Aquellos días de paz, aquél día de navidad en plena guerra… le parecieron tan distantes, pero no le quedaba más que hacer de tripas corazón. Tenía que hacer que la taiwanesa desistiera de sus inútiles intentos, no podía perder más tiempo teniendo una amenaza más grande de la cual ocuparse.